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Historia Quito
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Quito y sus alrededores
               
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Historia:

Desde tiempos inmemoriales, el valle de Quito fue escogido por las culturas precolombinas como el centro ideal para un asentamiento humano importante.  Su muralla natural de montañas y observatorios le aseguraban un resguardo de posibles ataques y a la vez la cercanía de fértiles valles garantizaban abundante alimentación, con un granero natural a su disposición.

Los Quitu-Caras  establecieron aquí uno de sus más importantes centros político-administrativos, además de religioso, astronómico y agrícola.  Aquí se fue construyendo el poderoso e ilustrado Reino de Quito, que habría de rivalizar, siglos más tarde, con el gran Imperio de los Incas. Se desarrollaron observatorios astronómicos en donde los primeros habitantes de éste valle se dieron cuenta de su particular posición geográfica con relación al Sol, al que adoraban como su Dios principal.  Inteligentes estudiosos del Sol y el Universo, fueron detectando los movimientos del astro Rey, así como aquéllos de la Luna. Sabían que estaban en el centro del planeta y aplicaron sus conocimientos astronómicos para optimizar y mejorar sus ciclos de siembras y cosechas.

Hacia finales del siglo XV, los Incas conquistaron el Reino de Quito y lo incorporaron a su gran Imperio. El último Soberano Inca, Atahualpa, nació en Quito y reinó principalmente desde esta ciudad, la que, para entonces, se había convertido en la segunda capital del enorme Reino, que cubría gran parte del oeste de Sudamérica.

Pocas décadas más tarde llegó la conquista de los españoles y tras heroica resistencia, los pueblos nativos fueron sometidos y se iniciaron cerca de 300 años de etapa Colonial.  Convencidos de las bondades naturales del valle, en diciembre de 1534, los españoles fundaron, sobre los humeantes restos de la ciudad Inca y antes Quitu, a la española villa de San Francisco de Quito. La Era Colonial se caracteriza por el florecimiento de las artes y la construcción de monumentales obras, principalmente de carácter religioso. A los estilos barrocos de entonces, traídos por frailes y constructores, especialmente españoles y flamencos, se sumaron, de manera espontánea, las manifestaciones artísticas de los nativos indígenas que llevaron a cabo las grandes obras y que, al fundir dos visiones y estilos, llegaron a formar la singular “Escuela Quiteña” de Arte Colonial, reconocida desde entonces y hasta ahora en el mundo entero como una de las más exquisitas en la historia del arte universal.

Tras el período independentista, ocurrido entre 1809 y 1822, se inicia la época Republicana y, al separarse el Ecuador de la Gran Colombia en 1830, se funda oficialmente la República del Ecuador y se ratifica como su capital a la ciudad de Quito.  Es así como la actual ciudad de Quito tiene una rica historia a lo largo de muchos siglos y diferentes culturas que se asentaron y fijaron su base en éste hermoso valle rodeado de montañas.

Quito combina perfectamente lo antiguo con lo moderno.  El Centro Histórico guarda en sus casas, calles, plazas, iglesias y conventos toda la riqueza arquitectónica y artística que llevaron a la UNESCO a declararlo Patrimonio Cultural de la Humanidad.  Hacia el norte se extiende el Quito moderno, con amplias avenidas, grades edificios, parques, museos, restaurantes, hoteles y todas las facilidades de una metrópoli contemporánea.

Leyendas

Quito posee numerosas leyendas, especialmente relacionadas con la época colonial. Dos de las más conocidas son:

Cantuña:

Cuenta la historia que los frailes franciscanos ordenaron la construcción del atrio de la gran iglesia de San Francisco a un grupo de “maestros” indígenas, liderados por uno de nombre “Cantuña”.  Le pusieron un plazo para terminar la obra y le amenazaron que si no la terminaba a tiempo se iría al infierno por no cumplir con el Señor.  El tiempo pasaba y la obra no avanzaba por lo que el hombre empezó a desesperar.  Un día antes del plazo fijado, el atrio estaba inconcluso y al retirarse al anochecer, frustrado y atemorizado, se le apareció entre humo y olor a azufre un delgado personaje, era nada menos que el diablo, quien al verlo así le propuso: “yo te concluyo la obra y a cambio de ello tu me entregas tu alma”.  En la desesperación, Cantuña aceptó el trato y miró con estupor como de entre las piedras de la plaza surgieron miles de diablillos quienes empezaron a trabajar frenéticamente para completar el atrio.  Sin embargo le asaltó un gran remordimiento por haber pactado con el diablo.  Al amanecer y revisar el trabajo, aparentemente listo, Cantuña encontró que faltaba una piedra. Ante eso, le reclamó al diablo y deshizo el trato.  A la vez cumplió con su promesa a los sacerdotes y salvó su alma.

El Padre Almeida:

En la misma época colonial, cuenta la historia que un joven y bohemio fraile, escapaba todas las noches del Convento de San Diego para irse de parranda, lo que le encantaba. Para su huída, a través de una angosta ventana, no tenía reparo en pararse sobre uno de los brazos de una gran cruz con la imagen tallada de un Cristo crucificado.  Cansado el Cristo de tanta audacia e irresponsabilidad del cura, una noche mientras el padre Almeida iniciaba su rutina de huída, el Cristo le habló con voz severa y le dijo “hasta cuando Padre Almeida…!!” Repuesto del susto inicial, el bohemio fraile le contestó “hasta la vuelta señor”

 

 

 
 
 
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