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Leyendas
La roca. En el barrio obrero de Cuenca existía una roca que obstaculizaba el paso a una zona oscura y pantanosa de la propia ciudad. La roca podía conceder cualquier deseo. Nadie quería hablar ni escribir sobre ésta. Decían que tenía memoria, y que era una muy buena memoria. Además castigaba a los niños desobedientes.
Los padres contaban esta leyenda a sus hijos pequeños para mantenerlos alejados de aquel sitio, por tratarse un lugar en el que se daban encuentros amorosos.
El cura sin cabeza. Por las noches, los habitantes del barrio de San Roque solían ver a un hombre sin cabeza que vestía un atuendo de sacerdote. La gente estaba muy asustada y nadie se atrevía a acercarse a tan grotesca figura. Con el tiempo se descubrió que era un cura joven que acomodaba su atuendo para que la gente no lo reconociera cuando iba a visitar a su amante.
Esta leyenda puede haberse creado para representar las picardías de ciertos clérigos traviesos en una sociedad que se miraba a sí misma como poseedora de sólidos valores católicos.